¿Qué es la educación inclusiva?
15 de noviembre de 2021

¿Te imaginas poder vivir en un mundo donde todos recibamos una educación de calidad? Por sistema educativo de calidad, no solo nos referimos a la educación en sí o los conceptos que debemos transmitir, sino que también se trata de aquel que pone el foco en aquellos alumnos o grupos que pueden resultar marginados o que son vulnerables, de forma que puedan desarrollar todo su potencial. 

Según datos de la UNESCO actualmente hay más de 262 millones de niños, niñas y jóvenes sin escolarizar, y 6 de cada 10 no han adquirido, tras varios años de estudio, las competencias básicas de lectura, escritura y aritmética lo cual perpetúa la pobreza y la marginación. Lejos de ser un tema marginal sobre cómo se puede integrar a algunos alumnos en la corriente educativa principal, se trata de reflexionar sobre cómo transformar los sistemas educativos de manera global a fin de que respondan a la diversidad y la necesidad de los alumnos.

 

¿Qué es la educación inclusiva?

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura —la UNESCO— define la educación inclusiva como “el proceso de identificar y responder a la diversidad de las necesidades de todos los estudiantes a través de la mayor participación en el aprendizaje, las culturas y las comunidades, y reduciendo la exclusión en la educación”.

Se basa en el principio de que cada niño/a tiene características, intereses, capacidades y necesidades de aprendizaje distintas y deben ser los sistemas educativos y los programas educativos que están diseñados,  los que se adapten a sus distintas necesidades.

La educación inclusiva supone un modelo de educación que pretende atender a las necesidades de todos los niños y niñas, jóvenes y adultos considerando especialmente aquellos casos en los que puede existir un riesgo de exclusión social así mismo como asegurar un acceso a la educación de calidad, con igualdad de oportunidades, justa y equitativa para todos y todas. 

Se trata de construir un contexto, adaptándolo a las personas, en el que las diferencias sean atendidas y en el que se garanticen los apoyos y las ayudas específicas que requieran los grupos o personas más vulnerables. Así mismo, la educación inclusiva está pensada para poder facilitar un correcto aprendizaje a todo el alumnado, con metas comunes para reducir al máximo todo posible índice de exclusión social.

¿Cómo lo conseguimos?

Cada alumno o alumna debería ser incluido en un aula heterogénea, en grupos heterogéneos y trabajar con un equipo docente en un aula cuya organización y planificación sea responsabilidad del equipo docente. También es recomendable alternar los agrupamientos dentro de un aula y combinar el trabajo en equipo en grandes y pequeños grupos con un tiempo de trabajo individual.

Entre las características básicas de una educación inclusiva, también debemos destacar aspectos como la universalidad, donde no existan requisitos de acceso ni mecanismos de admisión, la calidad de vida de los alumnos, dentro y fuera de las aulas aumentando así su felicidad, y la libertad para poder formar así a personas con un espíritu crítico y de cooperación. El trabajo colaborativo, los grupos interactivos, la tutoría entre iguales, las actividades para promover el diálogo y el trabajo por proyectos, entre otras estrategias, son ejemplos de prácticas importantes y eficaces para llegar a conseguir una correcta educación inclusiva. 

También se recomienda crear un ambiente innovador y creativo, donde se promueva la toma de decisiones por parte del alumnado, aceptado riesgos, desafíos y cuestionar los resultados obtenidos. Un ambiente donde se celebren los éxitos y se apoyen los fracasos ayuda a un correcto desarrollo personal y a la vez profesional.

 

¿Cómo sería una escuela inclusiva?

Se trata de ese centro donde los alumnos se sienten incluidos, apoyados y aceptados por sus compañeros y miembros del centro escolar. 

Además, la implicación de las familias incluyendo medidas que favorezcan el acercamiento entre la cultura escolar y familiar es un buen método preventivo para la resolución de las dificultades que se pueden presentar en la escuela inclusiva, pero sobre todo es un buen instrumento para favorecer y mejorar los aprendizajes del alumnado tanto dentro como fuera del aula. Para ello la información y la participación de las familias es decisiva en el espacio de aprendizaje.

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